Si pudiéramos, tú y yo, hablar sin brechas. Si consiguiéramos hacerlo sin llevar sobre la espalda el peso de nuestro pasado -el que compartimos y el que no-. Si tan solo llegáramos, tú y yo, a inventar un espacio en el que encontrarnos sin fisuras ni grietas. Podríamos, quizá, disfrutar de lo que supone ser tú y yo, cuando verdaderamente somos tú y yo.
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