Con treinta y seis años me habló de las autopsias sexuales.Me  contó que estaría bien que cada cinco años nos practicaran una de estas  autopsias.Que nos quedáramos muy quietos y alguien nos dijera qué parte de  nuestro cuerpo no había sido acariciada; cuántos besos habíamos recibido; si  había sido más querida una mejilla o una ceja que una oreja o los labios. Una  autopsia en toda regla de nuestro sexo, pero con nosotros vivos, aunque  inmóviles.Ella se lo imaginaba y le gustaba pensar que alguien, tan sólo mirando  nuestros dedos, supiese si habían tocado con pasión o simplemente por rutina. Si  nuestros ojos habían sido mirados con deseo o nuestra lengua había conocido  muchos congéneres. Además, podríamos saber cuáles fueron nuestros mejores actos  sexuales, al igual que en un tronco cortado vemos cuándo soportó grandes lluvias  o sequías. Quizá a los diecisiete, a los treinta o a los cuarenta y siete. Quizá  siempre en primavera o casi siempre cerca del mar. ¿Cuántos mordiscos, cuántos  susurros, cuántos chupetones hemos sentido? Un cómputo de números sobre nuestro  sexo, nuestra lujuria, nuestro placer solitario.Y según él, lo mejor era que  cuando acabase esa autopsia sabríamos que estábamos vivos, que podríamos mejorar  y lograr que nos acariciasen, que deseáramos, que amáramos y nos  amasen.
(adaptación)

 
1 comentario:
Muy lindos tus relatos.. muy cierto esto de la autopsia jeje si se pudieran hacer mi novio se daría cuenta que fue el único a quien en verdad amo xq me hizo sentir mujer sin comparaciòn. Gracias por tus palabras
Publicar un comentario