Acarició y besó cada centímetro de mi piel como si quisiera  memorizarlo de por vida. No teníamos prisa y respondíamos al tacto de nuestras manos y labios con suaves gemidos que nos guiaban. Luego hizo  que me tendiera sobre el lecho y cubrió mi cuerpo con el suyo hasta que sentí  que cada poro me quemaba. Posé mis manos en su espalda y recorrí aquella  línea milagrosa que marcaba su columna. Su mirada impenetrable me  observaba a apenas unos centímetros de mi rostro...

 
2 comentarios:
Palabras calientes, bien llevado la narrativa.
me encantoooooooooooooo!!!
Publicar un comentario