Éramos los dos, vestidos de pieles danzantes multitransparentes,
jugando a ser invisibles, retandonos a hacer el amor de nube en nube,
con el rostro viajando a través del viento.
Buscándonos con mudos gestos, dueños del roce y su geometría.
Practicando un vaivén de caderas, de luces concurridas en los ojos;
viajeros en un túnel sin memoria.
Descalzándonos las culpas, las cargas y los remordimientos.
Absueltos de presentimientos,
perecimos en un
romance implacable.
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