Porque eramos amigos y, a ratos, nos amábamos;
quizá para añadir otro
interés
a los muchos que ya nos obligaban
decidimos jugar juegos de
inteligencia.
Pusimos un tablero enfrente de nosotros:
equitativo en
piezas, en valores,
en posibilidad de movimientos.
Aprendimos las reglas,
les juramos respeto
y empezó la partida.
Henos aquí hace un siglo,
sentados, meditando
encarnizadamente
cómo dar el zarpazo último que
aniquile
de modo inapelable, y para siempre, al otro.
Adélia
Prado
No hay comentarios:
Publicar un comentario